Estamos atravesando una época de transición, que ya está siendo muy dura para muchos. No veamos esta época como una amenaza, sino como una oportunidad para replanteárnoslo TODO.

A partir de 2020 ya nada volverá a ser como antes. Será común a partir de 2020 referirnos a lo que sucedía antes de 2020 como “Antiguamente”.

Por ejemplo:

  • Antiguamente se masificaban nuestras playas de turistas. Ahora se fomenta el turismo de calidad, al estilo de César Manrique.
  • Antiguamente todos los miembros de una familia entre 18 y 50 años tenían un coche privado. Ahora se usa sobre todo, el transporte compartido. Y se fomenta el transporte público.
  • Antiguamente se podía ir en coche por la ciudad. Ahora la ciudad es para los ciudadanos.
  • Antiguamente se generaban X toneladas de basura diariamente. Ahora cada empresa es responsable de los desechos producidos por sus clientes, tras hacer uso de sus productos o servicios.
  • Antiguamente X% de la población enfermaba por su adicción a los fármacos. Ahora se fomenta la prevención con medios naturales.
  • Antiguamente X% de la población era obesa. Ahora se potencian productos con ingredientes naturales.

La humanidad se encuentra en un profundo proceso de transformación. Se están despertando conciencias a nivel mundial:

Estamos a caballo entre la Era de la Supervivencia (en la que se ansía poseer, conquistar, comer en abundancia, tener muchos hijos…) y la Era del Cuidado, propio y mutuo. Se busca sentirse uno bien con uno mismo y con lo que nos rodea (personas y medio ambiente).

Y para que esta transición sea lo más sana posible, tanto para los consumidores como para la propia supervivencia de las compañías, es necesario que los empresarios la entiendan y la acompañen, en vez de ofrecer resistencia, intentando seguir aferrándose a antiguas creencias y costumbres.

En esta nueva era el ser humano se coloca en el centro.

Actualmente el individuo vive esclavo de sus necesidades: Come más de lo que necesita para calmar su ansiedad, compra de forma compulsiva para ocultar su depresión… Pero esto está cambiando, esto es evidente ya en las nuevas generaciones. Y este cambio es imparable.

El proceso de transformación del individuo consiste en reconocer esto y liberarse de sus necesidades, comenzando a actuar desde su creatividad y potencialidades y convirtiéndose así en un ser humano libre y sano.

Es la obligación moral de las empresas entender esto y acompañar a la humanidad en este proceso, dejando de centrarse en reforzar y/o crear nuevas necesidades al individuo, en muchos casos a través del miedo.

A largo plazo, sólo las empresas que lo hayan entendido e integrado en sus estrategias sobrevivirán.

Actualmente, las propias empresas también actúan desde la necesidad, ofreciendo productos y/o servicios que crean dependencia del consumidor para asegurar ingresos a largo plazo.

Este es el punto más complicado de abordar, pero es un punto clave y los que consigan superar esta necesidad, ofreciendo productos y/o servicios que conviertan al individuo en libre y no en dependiente, tendrán su éxito asegurado en el futuro.

Para afrontar este reto es vital potenciar la innovación.

Es obligación moral de las empresas enfocarse, en la medida de lo posible, hacia el bien común.

En lo que al contexto empresarial compete, hay dos grupos de seres humanos: clientes o consumidores y trabajadores.

Pongo ejemplos prácticos en lo referente a los consumidores:

En cuanto a los productos alimentarios, actualmente se utiliza mucho el azúcar como ingrediente adictivo en los productos. Hay que reducirlo, reducir la dependencia del consumidor hacia los productos.

La evolución nos lleva a necesitar cada vez menos cantidad de comida al día, dado que los puestos de trabajo y nuestras rutinas de vida en general requieren menos esfuerzo físico que en generaciones anteriores.

Por eso el consumidor es cada vez más selectivo a la hora de elegir su alimento, buscando que sea lo más nutritivo posible. Alimentos vacíos de nutrientes entrarán en decadencia.

Las empresas no deben ver esto como una amenaza, sino como una oportunidad para el cambio, añadiendo a sus productos ingredientes como las semillas, germinados, frutos secos, quinoa, alguna legumbre, fruta o verdura, dependiendo del producto. O sustituyendo otros: ej. aceite de palma por aceite de oliva, harina procesada por harina integral, azúcar procesada por azúcar de caña o miel.

Otro ejemplo práctico a combatir es la obsolescencia programada.

Dejemos de crear límites, ya hay suficientes retos para la humanidad a superar, no creemos más artificialmente.

Que los consumidores elijan comprar un producto por la libertad que les proporciona, no desde la esclavitud de necesitar comprar un accesorio caro o reparar su lavadora de cinco años, porque alguien así lo programó conscientemente.

Esto es extrapolable a la industria textil. Incluyamos en las colecciones una línea sostenible, a ser posible de materiales naturales, que sobreviva a los veinte lavados. Nos llevaremos una grata sorpresa.

Las personas se irán liberando de su necesidad de poseer. Las compañías deben acompañar esta transición, transformando productos en servicios.

Ya no necesito comprar una casa en la costa para pasar las vacaciones. La alquilo y así puedo conocer en cada verano una localidad diferente.

Si vivo en la ciudad, ya no necesito un coche: voy en transporte público o uso el servicio de car-sharing.

Por último toco el tema de los trabajadores (sobre esto entro más en detalle en mi libro): Ofrezcámosles en su horario laboral un espacio para la creatividad para proponer sus ideas para mejorar productos y/o servicios y los procesos internos de la empresa.

Ofrezcámosles la libertad de expresarse. Escuchémosles.

En su creatividad está el verdadero valor del ser humano. Lo que hacen mecánicamente bien podría hacerlo una máquina.

Los buenos trabajadores cada vez serán también más selectivos a la hora de elegir un puesto de trabajo, y preferirán trabajar en compañías cuyos valores estén alineados con el bien común.

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