Cambio de mirada

Es urgente que cambiemos nuestra mirada hacia los niños.

Solemos creer que necesitan ser educados. Estamos constatemente dándoles instrucciones para que se adapten al sistema. Frecuentemente percibimos resistencias por su parte. Y no nos damos cuenta de algo importante: el sistema está obsoleto. Es absurdo esforzarnos para que se adapten a algo que está a punto de desaparecer.

Y la información genética con que nacen los niños está más actualizada que la nuestra, mejor preparada para adaptarse a los nuevos tiempos.

Así que debemos dejar a un lado ese rol de maestros hacia ellos, y simplemente acompañarles. Debemos habilitarles espacio en el que se sientan seguros para florecer. Que aprendan a manejar sus emociones, que aprendan a expresarse libremente. Que le den la importancia que merece todo eso que sienten, sus sueños.

Hay que hacerles sentir que es posible cumplirlos.

Que no se asusten o se preocupen si sienten que el mundo ahí afuera es muy hostil, muy oscuro, muy competitivo.

Que tienen en su poder una varita mágica para moldearlo y pintarlo a su manera.

Que esto es lo mejor que hemos podido hacerlo nosotros.

Que ha llegado su turno.

Que les cedemos el poder, y esperamos con ilusión ver cómo lo llenan de colores alegres y purpurina.

Arreglarnos en vez de arreglarles

Todos queremos lo mejor para nuestros hijos.

A veces vemos «fallos» en ellos y pretendemos «arreglarlos». Pero no nos damos cuenta de que esos «fallos» también están en nosotros. O quizás sí nos damos cuenta, pero nos inventamos excusas para no hacernos cargo de ellos: «Yo ya tengo una edad», «Entre el trabajo, la casa, los niños, no tengo tiempo para cuidarme»…

Desde nuestra perspectiva es muy cómodo pretender ayudar al niño actuando sobre él: «Niño, no bebas refresco.», «Niño, come tres piezas de fruta al día.», «Niño, no veas la tele entre semana.», «Niño, haz deporte cuatro veces a la semana», «Niño, presta tus cosas», «Niño, no seas tan tímido», «Niño, no digas palabrotas»… mientras nosotros continuamos con nuestra rutina insana, hartándonos a comer, a ver la tele en el sillón, después de haberles acostado.

Lo peor de todo, es que nos creemos nuestra mentira… Creemos que es posible ayudarles con nuestras palabras al tiempo que perciben en nosotros un ejemplo incoherente.

Es hora de dejar de lado nuestra actitud infantil, y aprovechar la oportunidad que nos ha dado la vida para convertirnos continuamente en una mejor versión de nosotros mismos. Cuando decidas comenzar este camino, gratificante pero no siempre fácil, dejarás de obsesionarte por «arreglar» a tu hijo, quien sin darte cuenta se irá fijando en ti y tambien se irá convirtiendo en una mejor versión de sí mismo.

Scroll al inicio